- Intrducción al libro de los Asmodians
No siempre fue así. El mundo, Atreia, tenía una cara, no dos, y todos éramos hermanos. Mirabamos lo mismo, teniamos los mismos ideales, y compartiamos un objetivo común: proteger la Torre de la Eternidad. Cuando fracasaron, lo destruyeron todo. Nuestro mundo y nuestra gente se separaron en dos partes, dos mitades.
Esta mitad del mundo es Asmodae, el hogar de los Asmodians. Después del cataclismo, nos adaptamos y sobrevivimos para vivir en la oscuridad y para hacer frente a las incógnitas que ahora vivian en la oscuridad. Cada dia aprendemos de nuestro entorno, y esta tierra nos abrió los ojos a nuevas posibilidades, dandonos una fuerza inquebrantable para reconstruir. Hemos logrado mucho, lo que hemos aprendido lo hemos hecho a través de la experiendia ganada con mucho esfuerzo. No todos los dias te dan la oportunidad de empezar de nuevo, para remediar tus errores.
Mi nombres es Kineas, y soy un Daeva, un Asmodian creado durante la gran guerra contra los Balaur. Mi pueblo ha hecho lo que tenia que hacer para asegurar nuestro lugar en Atreia, y haremos lo que tengamos que hacer para proteger lo que es nuestro legitimamente. Si los Elyos anhelan la guerra, guerra es lo que tendrán. El tiempo de paz ha acabado, y la retribución es ahora nuestro único recurso.
Es mi deber aclarar la situación. He escrito este diario para relatar lo que nos llevo a esta situación, quien lo lea comprenderá quien es el responsable.
Leer, ¡y aprender lo que es ser Asmodian!
- Capítulo Uno: Unidad
Antes de mi época, Atreia estaba llena de abundantes y verdes tierras. Era un mundo en el que los antiguos seres humanos prosperaron y vivieron felices con sus familias. No había Elyos o Asmodians, sólo una raza unida, los humanos. Atreia fue una, fue todo. No había división, no entre nuestros mundos, no entre nuestros pueblos.
Han pasado años, nuestros ancestros han llevado la cuenta de los años pasados. Los antiguos no valoraron el paraiso que les había sido concecido. Tal vez tuvieron suerte. Sólo a través del beneficio de la retrospectiva podemos entender los tesoros que alguna vez existieron.
Tal vez incluso esta tierra baldía que ahora llamamos hogar, es un paraíso en comparación con otras tierras, aunque me resulta difícil imaginar un lugar más peor que este.
La gloria de la antigua Atreia fue fugaz. Nuestros antepasados no podrian imaginar el horror de dormir al descubierto.
- Capítulo Dos: Una Malvada Creación
El terror, las pesadillas de las que hablo, son los Drakan. Aion creó a los Drakan para gobernar el mundo. Los Drakan eran terribles. Nuestro pueblo hizo armas improvisadas pero eran inútiles contra su dura piel. Peor aún, podian extender sus alas y llegar al cielo en un momento, por lo que rompian nuestras defensas facilmente. Nuestro pueblo aprendió a esconderse de ellos para sobrevivir, ya que no tenian rivales que les pudieran hacer frente, el número de Drakan aumentó.
Los Drakan tenian un deseo de poder insaciable. Especies enteras desaparecieron por su furia. Dejaban poco a su paso, las tierras se quedaron llenas de ruinas. Lo peor, no eran sólo poderosos y furiosos sino que además eran intelegientes. Después de ver las habilidades para la guerra de los Krall y de los Mau, los Drakan no destruyeron estas razas, pero los sometieron, jurando lealtad a los Drakan.
Por esa época, que los Drakan sometieron a los Krall y a los Mau, algunos Drakan sufrieron una transformación: Crecieron, se hicieron más fuertes y más inteligentes que sus compañeros. Las primeras de estas criaturas, los cinco maores y más poderosos, tomaron el mando sobre los demás y se convirtieron en los Lores Dragón.
Estos cinco Lores reorganizaron rapidamente sus fuerzas, establecieron rangos militares y renombraron a su pueblo con el nombre de los Balaur. Atacaron con un vigor renovado, devastando a los pocos grupos que se atrevieron a resistir.
Todavia no estaban satisfechos, y en la búsqueda de adversarios más poderosos, dirigieron su atención a su creador y exigian el mismo poder de Aion. Cuando el Dios se negó, los Balaur, cegados por la irá e impulsados por la codicia, reunieron sus fuerzas para atacar la gran Torre de la Eternidad.
- Capítulo Tres: La Guerra Del Milenio
En represalia por la desobediencia de los Balaur, Aion creó a los doce Señores Empíreos con su propia energia, la energia del Aether. Estos doce poseian una belleza y una fuerza que jamás se había visto en Atreia, y gracias al poder del Aether, podían volar como los Balaur. Aion recompensó nuestra fé y devoción por Atreia: Los Lores Empíreos se levantaron entre nosotros para salvar el mundo.
La inevitable batalla entre los Balaur y los Lores Empíreos y sus ejércitos dió como resultado una sangrienta guerra. Las fuerzas de los Lores Empíreos encontraron refugio cerca de la Torre de la Eternidad, en el interior había un campo de Aether que Aion creó para nosotros. Sin embargo, el campo era pequeño, y las tierras fuera de esta frontera permanecieron bajo el control de los Balaur.
Los Balaur se dieron cuenta de la fuente de poder más allá de Atreia, un poder que no comprendian, el Aether de Aion los debilitaba. Fuera del campo de Aether, los Lores Empíreos eran vulnerables. Una vez que los Balaur se dieron cuenta de esto, mataban a criaturas inocentes en frente de la torre para intentar que los Lores Empíreos salieran. Estas depravadas acciones hicieron aumentar nuestro odio hacia ellos.
Esta época fue la época llamada como la guerra del milenio, una época en que los humanos volvieron a prosperar una vez más, bajo las alas protectoras de los Lores Empíreos. Nací durante la guerra del milenio. Cuando crecí y me convertí en un hombre joven, descubrí que el Aether respondia ante mi, y yo ante el Aether, y pronto mi talento destacó como el de un Daeva. Estos Daeva eran humanos al nacer, pero poseian una habilidad innata para manipular el Aether, como los Lores Empíreos. Me convertí en un Daeva y me uní a sus filas. Ellos eran mis mentores.
Poco a poco he aprendido a dominar mis habilidades como Daeva. Al principio sólo podia congelar el aire a mi alrededor, pero en unos meses podía congelar a mi adversarios e invocar bolas de fuego para destruir a los Balaur. Fui venerado como un Dios, y los que habían estado cerca de mi alguna vez me tinian en un pedestal. El hecho de que yo, el hijo de un simple agricultor, pudiera inflingir daño a los Balaur, era una bendición de Aion que devolvia la esperanza.
Pronto el número de Daevas aumentó lo suficiente como para que los Lores Empíreos pudieran movilizarnos para luchar. Me uní a una legión y avancé rapidamente en los rangos, dejando a mi hijo, un niño llamado Phalaris, atrás.
- Capítulo Cuatro: Cobardía
Destaqué como sorcerer, y en ese año, me fue concedido el control de una legión. Mi legión luchó ferozmente, y a menudo estabamos en peligro contra los Balaur, pero nuestros Lores Empíreos nos protegian. Nuestras habilidades y tácticas mejoraron, y finalmente pudimos matar a los más jóvenes, a los dragones más tontos antes de vernos obligados a retirarnos al campo de Aether.
Entonces llegó el dia en que todos nos sorprendimos.
Lord Israphel, uno de los dos guardianes de la Torre de la Eternidad - Lord Israphel, que despreciaba a los Balaur como ningún otro - dijo que debiamos estar en paz con los Lores Dragón. El propósito de la guerra del milenio, razonó, no era aniquilar a los Balaur. Era proteger a Aion.
Me sorprendió - sorprendido de que uno de nuestros salvadores hubiese perdido su valentía y su feroz determinación con tanta facilidad. En primer lugar, los Lores Empíreos se sorprendieron. La paz era impensable. Todos pensamos lo mismo: Israphel propuso algo absurdo.
Poco a poco, sin embargo, los Señores más débiles mostraron lo reacios que eran a la lucha. Lady Ariel capituló primero. Con palabras alagadoras, ella habló de la sabiduría de Israphel, su previsión, su valentía - ¡coraje! - al atreverse a proponer la paz. Ella tenía la audacia para decirnos, como Daevas, como deberiamos pensar y actuar.
Ella y sus seguidores se olvidaron rápidamente de los sacrificios de mil años. Escaso valor era el que le daban a la sangre de nuestros familiares.
Otros de los Señores todavía tenían valor en sus espíritus. Yo había llegado a conocer a algunos de los Lores, y uno con los que trabajé fue el más grande y digno, Lord Azphel. Su decisión siempre ha sido fuerte, y en sus misiones eran en las que teniamos más éxito. Su habilidad y determinación eran una inspiración para muchos de nosotros, cuando Ariel empezó a influir en algunos de ellos, vi una mueca en la cara de Azphel, supe que mi lealtad estaba con él. Lord Azphel fue a hablar, y yo con él. Reprochó a Ariel su poco respeto por los muertos, y dijo que la propuesta de paz era una ingenua y equivocada pérdida de tiempo.
La sala estalló con furia. Las palabras aún permanecen en mi memoria - el rugido, la confusión, las acusaciones con odio. Cada una de las partes en contra de la otra. Ví a Israphel tirar hacia un lado de Lady Siel y hablar con ella. Cuando él volvió con su grupo, continuó insistiendo que podriamos defender a Aion con la paz. Para mi sorpresa, Lady Siel estaba asintiendo sus palabras para darle razón.
Para conservar algo de concordia, todos nosotros salimos de la sala para dejar solos a los doce Lores Empíreos. Me fui con mis compañeros de armas, los que apoyabamos a Lord Azphel, pero otros no le apoyaban por cobardía. Nos separamos en dos campos: los que estabamos en el bando de los dignos y los que se aferraban a los débiles.
Esperamos pacientemente el resultado de la discusión de los Lores Empíreos esa noche. Recuerdo mirar a través de nuestro mundo, al ver las antorchas a lo lejos, y saber que nunca podria existir la paz entre los Daevas y los Balaur. Recordé las décadas de lucha perpetua, recordé esos ojos tan oscuros sin alma, que masacraron a mis amigos y mi familia por su deseo de dominación.
Estaba seguro de que Siel rechazaría la propuesta de Israphel. Sabía que Azphel argumentaria sus razones, nuestras razones, y que los demás, incluso Lady Ariel, verian que tenía sentido y accederian. Cuando los Lores Empíreos salieron, se supo la decisión que había dividido a mi legión en dos, Lady Siel había sucumbido.
Por todas nuestras protestas, ella e Israphel, como guardianes de la torre, impusieron su autoridad sagrada sobre los doce. La decisión era definitiva. Íbamos a tratar con los Balaur. Escuché la voz de Ariel en tono triunfante, y el sonido de sus cuatro legiones cantando por la paz.
El rostro de Azphel parecia tallado con furia. Me fui volando detrás de él, con algunos de mis compañeros.
- Capítulo Cinco: El Cataclismo
A los pocos días, la conferencia para la paz comenzó. Como señal de respeto, los Lores Empíreos invitaron a los Lores Dragón a la Torre de la Eternidad para las negociaciones. El campo de Aether se redujo para que pudieran entrar. Durante esos momentos en los cuales el campo estaba inactivo, el tiempo pasaba lentamente, toda una vida pasaba para mí en esos poco minutos.
Vi la desconfianza y la ira que sentían mis compañeros de la legión al ver a los Balaur caminando por la torre. ¿Cómo podían haberse debilitado las convicciones de nuestros Lores como para permitir que estas bestias, que querian que nos arrodillaramos ante ellos, negociaran con nosotros? Me volví hacia mi centurión de más confianza para hablar con él, es ese momento, todo cambió. La multitud gritaba y comenzó a reinar la confusión. Uno de los Balaur había caído, y Lord Azphel estaba preparado para la lucha, sus ojos brillaban.
Los Balaur atacaron. Siel e Israpehl gritaron para que se volviera a activar el campo de Aether, pero por segunda vez, fallaron. Estaban desbordados y distraidos por el tumulto, y no actuaron para para defender la Torre. Bajo las garras y armas de los Balaur, la Torre comenzó agrietarse y fragmentarse.
Israphel tenia cara de torturado, azotada por la culpa, tengo grabado en la memoria como se dirigió a Lord Azphel y todas las legiones de Daevas partieron hacie el norte, mientras que Siel se dirigió a Ariel para que fueran hacia el sur. Sólo nos quedaba la esperanza. Divididos en dos grupos, uno en cada extremo de la Torre, los Lores Empíreos harían todo lo que estuviese a su alcance para evitar el colapso de la Torre.
Con un espíritu férreo, la fortaleza de nuestra voluntad, nos reagrupamnos rápidamente. Los del sur no.
Nuestro mundo estaba sumido en la oscuridad y la luz de la Torre se apagó. La gente gritó y corrió en todas las direcciones.
Recuero ese momento como si fuera ayer. Recuerdo mirar hacia arriba y ver fragmentos de la Torre caer, iluminada tan sólo por la luz de la gran estructura. Yo estaba quieto cuando un gran fragmento de la Torre cayó cerca de mí. Recuerdo muy bien ese día. Fue el día que me fue concedido el otro don de un Daeva: la inmortalidad.
Me desperté, miré a través de nuestro gran mundo, y vi Atreia destrozada en dos mitades. La mitad inferior estaba bañada en una luz, una luz muy intensa. Nuestra mitad estaba sumida en una oscuridad helada.
La conferencia para la paz había terminado.
- Capítulo Seis: Secuelas
Poco a poco nuestros ojos se acostumbraron, y encontramos a otros. Nuestro pueblo estaba angustiado, aterrado. Nadie sabía como habiamos sobrevivido. Les dije a todos que hariamos un campamento para protegernos del frío, y entonces nos dirigimos hasta el tocón que había sido nuestra Torre.
Allí encontré a los cinco Lores Empíreos que habían sido enviados al norte para proteger a Aion y la Torre. Estos cinco, a los que renombramos como los Lores Shedim, estaban aún con vida. Viajaron a nuestro campamento y nos explicaron, lo mejor que pudieron, que había pasado. Nos contaron que nuestro mundo había cambiado para siempre. El precio a pagar por el mal consejo de la paz había sido millones de vidas. Siel e Israphel, los dos guardianes de la Torre, se habían sacrificado para salvarnos. En la vida, cometieron una gran locura, pero murieron con honor. Les mostramos nuestro honor con un respetuoso silencio.
Sabíamos que teníamos que trabajar rápidamente si queríamos evitar más pérdidas. Hicimos un gran fuego a modo de faro para que lo pudiesen ver otros supervivientes. En los próximos días, miles de ellos acudieron a nosotros, heridos, con hematomas y desmoralizados. Tuve la suerte de encontrar a Phalaris, mi hijo, entre los supervivientes, aunque nadie más de los que conocia había sobrevivido.
Los días pasaron, luego las semnas. Nuestro mundo, aunque destrozado, estabilizado, y nuestro destino estaba una vez más en nuestras manos. No podiamos sentir la presencia de nuestro Dios, y creiamos que Aion había desaparecido, junto con el Aether que nos brindó. Por primera vez en muchos años, me sentí vulnerable. No dejé que el miedo se apoderara de mí, y hablé con Azphel y planeé crear un nuevo mundo para nosotros.
Pasaron cientos de años, y cambiamos. En poco tiempo no necesitabamos el fuego para alumbrarnos y calentarnos. Nuestros ojos se adaptaron a la oscuridad, y nuestros cuerpos se hicieron más fuertes y resistentes al frío. Construimos una ciudad gloriosa llamada Pandemonium. Nuestro pueblo prosperó, se adaptó, desarrollado contra viente y marea, siempre bajo la dirección de nuestros Lores Shedim.
Nuestra piel pálida creció sumida en la oscuridad, y el duro terreno, lleno de deshechos, hizo que nuestros pies se volvieran garras. Nuestras manos adquirieron garras, por lo tanto ninguno de nuestra especia va desarmado. A pesar de que estos cambios en nuestros cuerpos son difíciles de aceptar, son necesarios para la supervivencia. Con el tiempo, nos enorgullecemos de nuestra fuerza, de nuestra forma feroz. Asmodae se convitió en nuestra tierra, y nosotros en Asmodians.
Mi hijo, Phalaris, creció y murió por la edad, juntos con sus hijos. Esta es la vida de un Daeva.
- Capítulo Siete: El Abismo
Durante el cataclismo, los fragmentos de la Torre se habían dispersado por todo Asmodae. Un día, comenzamos a recibir informes de las regiones vecinas, de que algunos de los fragmentos habían comenzado a emanar una luz y a levitar. Azphel ordenó a nuestros Daevas más fuertes, los Archons - yo soy uno de ellos - a investigar.
Partimos inmediatamente y encontramos un portal que nos llevó a una región situada entre Asmodae y la parte inferior de Atreia, un espacio con pilares e islas flotantes. Había Aether en abundancia, en tiempos pasados nos había concedido nuestros poderes. Estaba tranquilo y podía sentir el poder de nuevo. Volví a Pandaemonium y le conté lo sucedido a los Lores Shedim. Azphel inmediatamente ordenó a otros Archons vigilar el portal. Cuando pregunté la razón, no me contestaron, pero miraban al cielo, miraban la parte inferior de Atreia.
Dos días después, mientras estabamos planeando una segunda expedición a través del portal, los guardias, que estaba en Morheim, no informaron. Zikel, el Señor de la Destrucción, envió a los demás Archons, incluyendome a mí, a buscarlos.
No habíamos viajado mucho cuando nos encontramos un grupo de seres plantados delante nuestra, con las armas desenfundadas. No dijeron nada, pero sus expresiones lo decian todo, nos estaban juzgando. Pronto nos dimos cuenta de que estos seres eran los mismo cretinos que habían dejado pasar a los Lores Dragón a la Torre durante la guerra. ¡Que descaro! Nos juzgaban por un crimen que ellos habían cometido, y no nosotros.
La ira de Zikel fue evidente en su atrevimiento. Zikel tiro a estos “Elyos” al suelo, exigiendo que repudiaran a Nezekan, el Lord Empíreo al que ellos adoraban. Zikel escupió, demostrando de quien fue la culpa. ¿Querrían estos Elyos reconocer la culpa de sus Lores y condenarlos por su estupidez?
El líder de los Elyos, un hombre llamado Deltras, se negó. Con el orgullo que es la corrupción de todos los Elyos, piadosamente se negó a reconocer la culpa de sus Lores. En vez de eso, maldijo a Zikel. Ambas partes desenfundamos las espadas, y cargamos contra ellos, dejando a los Elyos como los cobardes que son. Algunos de ellos escaparon, pero la mayoría huyeron hacia nuestra ciudad donde, con su ira, mataron a nuestras mujeres y niños antes de que pudieramos matarlos. Dos corrieron de vuelta a su ciudad, ensangrentados pero no derrotados. Aún no.
- Capítulo Ocho: Un Nuevo Enemigo, Un Viejo Enemigo
Ese día regresamos a Pandemonium y comenzamos a reunir nuestras fuerzas para la batalla contra los Elyos. Al día siguiente nos encontrariamos con ellos para el combate, una guerra entre nuestros pueblos.
Poco después de que la guerra empezara, los Balaur, que habían estado exiliados en otra dimension más allá de Atreia, encontraron una forma de salir de su prisión para entrar en el Abismo, aunque por ahora siguen siendo incapaces de entrar en Asmodae. Su sed de sangre es tan insaciable como en tiempos remotos. Con sus antiguos aliados de su parte otra vez, su poder es considerabe.
Y ahora tenemos que hacer frente a otra inmediata amenaza. Hemos descubierto que nuestro planeta rebosa Aether. Hemos buscado durante meses la fuente de donde sale el Aether, hemos buscado tanto en el Abismo como en Asmodae. Al final, lo encontramos frente a nosotros.
En los dos postes de la torre. Aún existe un poderosa resonancia entre ellos, una vibración invisible entre las dos mitades de nuestro mundo. Como un eco perdido de la Torre de la Eternidad, que clama por el vacio. Esto es a causa del Abismo.
El Abismo absorve Aether, lo drena como agua en un océano. El Aether se propaga más y más fino cada día. Pronto esta absorción de Aether afectará a nuestros Daevas y a nuestro planeta. Atreia se mantiene unida por los lazos de Aether que Siel e Israphel crearon cuando drenaron sus propios cuerpos de Aether, un proceso que puso fin a sus vidas. Pronto el Abismo debilitará estos lazos, y si se rompen, nuestra atmosfera se colapsará, y todos en este planeta perecerían.
Sigue habiendo una esperanza. La resonancia cesará sólo si un poste de la Torre permance intacto. Nuestro camino está claro: Debemos destruir la Torre de la Luz. Entonces el Aether dejará de ser absorvido, salvando así la vida de los Asmodians y a la vez terminar con la arrogante tirania de los Elyos.
No dudaremos. No vamos a dejar nuestras espadas quietas. Golpearemos con una brutal e irresistible ola de destrucción que, finalmente, liberará nuestro hogar de los arrogantes e ingenuos que infestan nuestra tierra.
Nuestro destino está en nuestras manos. Somos Asmodians. No fallaremos.